Se ha hecho de rogar, pero por
fin hemos podido cumplir con la prometida visita a la familia Ochoa en su
bodega de la bonita localidad medieval de Olite. Aprovechando que el sábado era
el día de puertas abiertas en la bodega con motivo de los actos de VINOFEST
2013, que finalizaban el fin de semana, nos decidimos a abandonar la Comarca de
Pamplona (que a pesar de llamarse "La Comarca", sigue pareciendo
Mordor) para acercarnos a la Zona Media (esto me huele mucho a "El Señor
de los Anillos", verdad?), región natural de Navarra en la que se
encuentra Olite.
La bodega tenía programadas una
serie de actividades para los visitantes que allí se citaran, que incluía un visita
guiada a sus instalaciones, juegos de azar, carreras de barricas, actividades
para los más pequeños, degustación de quesos Idiazabal y, como no, cata de
vinos de la casa. Como llegamos con un poco de retraso con la primera visita
programada, una vez hechas las presentaciones pertinentes con Mariví Alemán,
"la jefa" del clan, decidimos que mientras esperábamos a la siguiente
visita lo mejor era tomar un vino, a pesar de que solo eran las 11 de la
mañana. Y como digo yo, si el vino es bueno, qué más da la hora!! Elegimos un
Ochoa Rosado de Lágrima, uno de los productos enseña de la casa junto con el
tinto de tempranillo y el moscatel. A diferencia de casi todos los rosados de
lágrima que se elaboran en Navarra, compuestos de uva garnacha tinta 100%, este
vino es un coupage al 50% de garnacha y 50% cabernet sauvignon, que lo hace
menos afrutado y más mineral que otros rosados. Este año, se ha ido más allá en
su elaboración, consiguiendo un tono rosa pálido que nada tiene que ver con los
vinos de color casi fucsia que elaboran otras bodegas. Ni que decir tiene que
es un vino magnífico...
Comenzó la visita de la mano de
Beatriz Ochoa, 6ª generación de la familia y encargada de la labor de
marketing, ventas y comunicación de la bodega. Junto con Adriana, su hermana y
enóloga, su madre Mariví, gerente y Javier, padre prior, patriarca y creador de
lo que hoy es Bodegas Ochoa, forman esta empresa familiar con más de 150 años
de historia como bodega pero casi seis siglos de vinculación al mundo del vino
en Navarra.
Toda la uva que se trabaja en la
bodega procede de viñedos propios repartidos en dos parcelas, donde se pueden
encontrar cepas de las variedades tintas tempranillo, cabernet sauvignon,
merlot, garnacha y graciano y de las blancas chardonnay, viura y moscatel. Con
ellas elaboran un amplia gama de vinos, en calidad de monovarietales o coupages,
dirigidos al mercado nacional y cada vez más, a la exportación a otro países.
Evidentemente, la estructura de
la bodega es prácticamente igual que el resto de bodegas de Navarra que ya
conocemos; en primer lugar, las salas donde se encuentran los depósitos
metálicos que almacenan el vino una vez que llega a la bodega durante la
vendimia, donde también están las maquinas despalilladoras y las prensas,
además de todo un circuito de tubos y tuberías que sirven para conducir el
líquido desde las prensas a los depósitos. Y en una habitación contigua, el "sancta
sanctorum" de las bodegas, la sala de barricas. Aquí ya huele a vino,
huele a sosiego, a silencio, al reposo de los caldos durante muchos meses para
ir embriagándose de aromas dulzones y torrefactos de la madera tostada al
fuego. La sala de barricas de Bodega Ochoa no tiene las dimensiones
descomunales de otras bodegas con miles de barricas, pero el tener un menor
número de ellas hace posible descubrir algunos detalles curiosos. Beatriz nos
estuvo descifrando las inscripciones del frontal de las barricas, que nos dicen
que la procedencia del roble, el grado de tostado, el fabricante, etc. Por lo
general, las barricas están fabricada con roble francés y roble americano,
aunque yo descubrí algunas hechas con roble húngaro e incluso con roble
navarro. Roble navarro autóctono va quedando cada vez menos y por eso se
encontrarán barricas con esa madera de forma muy residual. El roble húngaro es
un nuevo producto experimental que se va introduciendo en las bodegas para
comprobar su resultado al sacar el vino y que se puede convertir en otra buena
opción comercial.
El carácter innovador de Adriana,
la enóloga de la bodega, le lleva a hacer experimentos con sus vinos y es por
eso por lo que podemos encontrar, entre tanta barrica similar, algunas con los
flejes pintados de diferentes colores, entre ellos, un vivo e intenso color
rosa, que indica que albergan dentro algo "diferente" al resto de las
barricas. Es posible que algún día conozcamos y podamos bebernos ese secreto...
Un dato interesante y que yo desconocía por completo fue el saber que las barricas se agrupan por variedad de uva. Esto quiere decir que para hacer un coupage de diversas variedades de uva, cada mosto fermenta en un tanque diferente, y los vinos resultantes se guardan tambien en barricas diferentes. Una vez que ha pasado el tiempo estimado de reposo, se vuelven a meter en barrica todos los vinos juntos para formar el caldo que posteriormente será embotellado. Al menos en Ochoa se hace así, es posible que otras bodegas guarden en barrica todos los mostos juntos y fermenten al mismo tiempo. Al final, siempre se aprende algo nuevo de cada sitio al que voy. Hubiera hecho muchas preguntas, pero tampoco era cuestión de aburrir a la gente con mi curiosidad, que es inmensa!!
Y una vez vista la sala de
barricas y de despedirnos de los tintos que ahí descansan, volvimos a la
moderna tienda de la bodega donde compramos unas botellas para disfrutar en
casa y decidimos que no nos podíamos ir de allí sin probar uno de los novedosos
vinos que han salido a la luz y que es el primer vino que Adriana Ochoa ha "firmado"
como enóloga. Se trata de un tinto monovarietal de la variedad graciano, que
suele ir en algunos coupages en algunos tintos de crianza, pero no es muy
habitual encontrarla como protagonista única, al menos en Navarra. Es un vino
diferente, tanto en nariz como en boca, y no deja indiferente: o lo amas o lo
odias. En nuestro caso nos pareció un vino interesante, maduro y aterciopelado,
que todavía tiene el aroma de la tierra del viñedo, intenso pero sin llegar a
ser agresivo, fácil de beber, con una acidez pronunciada que hace salivar
bastante pero que envuelve la boca en un regusto largo muy agradable, con notas
de fruta negra, cacao o toffe. Lo dicho, un vino muy interesante y que marca el
nuevo rumbo que esta pequeña y familiar bodega toma con la llegada de la nueva
generación, a la que le deseamos el mayor de los éxitos, por su buen hacer,
simpatía y amabilidad!! Amenazamos con volver algún día!!
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