Dice el refrán que "Lo bueno, si breve, dos veces bueno". Y
no le quito yo la razón a este dicho, pero también es muy válida una versión de
mi cosecha personal: "Lo bueno, si se repite y supera con creces lo
anterior, pues mucho mejor".
Y digo esto a raíz de la gran satisfacción que, a buen seguro,
experimentamos ayer todos los asistentes a la cena-presentación de las II
Jornadas Nikkei que el Hotel Tres Reyes de Pamplona ha diseñado. De nuevo han
sido las manos de Abel Alberto Mora y su equipo de cocina (con la colaboración
en esta ocasión de uno de nuestros jóvenes valores de la cocina navarra,
Enrique Martínez Burón) las encargadas de dar forma a un sensacional menú
degustación en diez actos, en los que se ha querido hacer un recorrido por los
principales platos de las cocinas japonesa y peruana y la fusión de ambas que,
bajo el nombre de "nikkei", ha puesto a Perú en la órbita del
panorama gastronómico internacional.
Para el que aún no conozca el significado del termino
"nikkei", no cuesta nada recordarlo. Nikkei es el nombre que se le dio
a la inmigración japonesa que partió, a finales del siglo XIX y principios del
XX, desde sus islas hacia algunos países sudamericanos como Brasil, Colombia y
Perú, como mano de obra requerida por las industrias azucareras que estaban
empezando a desarrollar una fuerte industrialización. Y claro, cuando un grupo
de personas salen de su país intentan llevarse consigo parte de su esencia y
costumbres para sentirse más cómodos en su nuevo destino. Y los japoneses, como
muchos otros emigrantes, llevaron a Perú su gastronomía, la cual tuvieron que
modificar de forma forzosa al no disponer allí en algunos de sus ingredientes
básicos, como la salsa de soja. De esta forma, algunas de sus preparaciones
principales se empezaron a hacer con los recursos que Perú ofrecía, al mismo
tiempo que los peruanos conocieron otras formas de preparar sus propios platos,
como los cebiches, o empezaron a darle importancia a productos que antes
rechazaban, como el pulpo.
Pues bien, ayer tuvimos sobre la mesa platos peruanos como el cebiche
sazonado con salsa de soja y ponzu, el tiradito elaborado con pez limón, el
sánguche (en versión mini) con un pan al vapor o la costilla asada confitada en
salsa agridulce. Pero también hubo plato tan japonés como el nigiri, pero
combinando el salmón con la salsa huancaína o la entraña de cerdo (guiño
argentino del cocinero a su país) con chalaquita (una especie de vinagreta
típica de Perú para acompañar a los mejillones, como hacemos nosotros en
España).
Cada plato que nos iban sacando iba superando al anterior, tanto por
su sabor como por su excelente aroma y su bonita presentación. Raciones
pequeñas, ideales para comer casi de un bocado y notar esa fusión Asia-América
en la boca a través de la combinación de matices dulces, picantes y ácidos al
mismo tiempo, pero sin predominar uno sobre otro. Y si la comida fue buena, no
menos bueno fue el vino que nos acompañó a lo largo de noche. Y contar con los
vinos de Chivite es garantía de éxito por su versatilidad para acompañar
cualquier plato, venga de donde venga. No fue fácil el maridaje, puesto que se
hizo al azar, sin haber probado antes los platos y pensando si el champagne
acompañaría bien una ostra con yuzu y cebollín chino o un rosado sobre lías
sería buen compañero de un pescado rebozado acompañado de algo picante como el
ají amarillo y un condimento con un sabor tan especial como el cilantro fresco.
Al final, tanto Iñaki Oñatevía, nuestro hombre de Chivite en la mesa, como el
resto de comensales que nos reunimos coincidimos en que los vinos no podrían
haber sido mejor elegidos.
En definitiva, un menú realmente espectacular que no dejará a nadie indiferente y que, mucho me temo, será un éxito de público en los dos días que será servido en el Hotel Tres Reyes tanto para comer como para cenar. Las fotos hacen justicia, mucha, pero lo mejor será probarlo, si no en Pamplona, en la propia casa de Abel Mora, el restaurante Uasabi de Zaragoza. No se lo pierdan, me lo agradecerán!!
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