sábado, 9 de febrero de 2013

Me como Madrid



Me encanta ir a Madrid, simplemente para pasear por la ciudad, visitar tiendas curiosas y comer o cenar en restaurantes originales o exóticos, para tener experiencias culinarias diferentes a las que pueda tener en Pamplona.

En nuestra última escapada a la capital, con motivo de la visita a FITUR, decidimos hacer el fin de semana totalmente internacional, no solo por la visita a la feria de turismo o por alojarnos en un hostal regentado por argentinos (fabuloso), sino también por las comidas y cenas que teníamos que hacer allí.  En esta ocasión, los sitios elegidos eran una taquería mexicana que ya conocíamos de otras visitas, una parrilla argentina que yo frecuenté cuando vivía en Madrid y un restaurante senegalés de Lavapiés del que había oído maravillas.

Para la noche del viernes, una vez dejamos las maletas en nuestro querido Hostal Adriano (C/ La Cruz, al lado de la Pza. de Jacinto Benavente, a menos de 200 mts. de la Puerta del Sol), nos fuimos a la parrilla argentina “El Gaucho”, sita en la C/ Tetuán, 34, también muy cerca de la Puerta del Sol. Regentada por argentinos (esto no es imprescindible para dar un buen servicio, pero que quieren que les diga, escuchar su acento mientras masticas un buen chorizo criollo alternando con tragos a una cerveza Quilmes es mucho más auténtico, donde va a parar!!) 


Es un local con dos ambientes, un bar común y corriente como otro cualquiera y un comedor al fondo. La diferencia es que el bar tiene a la entrada al parrillero, cuya labor es única e imprescindible: poner toda la carne en el asador. Y ahí ves a ese hombre, rodeado del despiece que los argentinos hacen de las reses de raza Angus o Hereford para zamparse en barbacoas dos o tres veces al mes, según la media: costillar, entraña, vacío, asado de tira, etc. 


Junto con la omnipresente carne de vacuno, otras carnes acompañan la vida del argentino, como cordero, pollo o cerdo. Del simpático gorrino aprovechan para hacer embutidos como la salchicha parrillera y el chorizo criollo, que dentro de un bollito recibe el nombre de “choripán”.

Eso fue lo que nos comimos en una cena que no queríamos que fuera muy pantagruélica: un par de choripanes, una salchicha parrillera y una patata asada junto con la carne, para que se embriague con el olor a la brasa. Todo ello bien acompañado del imprescindible “chimichurri” y regado con dos cervezas  Quilmes. El “chimichurri” es un aliño hecho con una emulsión de aceite y vinagre con ajo, perejil y diversas especias, que le aporta a las carnes, pescados o verduras un sabor y una intensidad maravillosa.



Y ahí estuvimos, dándole al diente y viendo cómo iban saliendo chuletones de la parrilla camino del comedor, donde la gente brindaba con vinos argentinos de uva Malbec. No hace falta decir que todo esto se puede comer en cualquier parrilla argentina, desde la más sencilla como “El Gaucho” hasta en los restaurantes “De María”, donde los futbolistas argentinos del Real Madrid y Atlético celebran sus fiestas. De hecho, “El Gaucho” es el mismo dueño que los “De María”: menos glamour, menos famosos, misma calidad, más barato. Totalmente  recomendable.


La noche del sábado nuestros planes de truncaron. Queríamos ir a la taquería mexicana “Mi Ciudad”, regentada por unos emigrantes mexicanos de Puebla que han hecho de su pequeño local de la C/ Las Hileras un auténtico pedazo de México. La virgen de Guadalupe y la bandera tricolor presiden el local, de cuya cocina a la vista salen sin cesar todo tipo de tacos, quesadillas y guacamoles, regados con Coronita, Negra Modelo y “micheladas”. Es tal el éxito de este local que estaba hasta los topes y no hubo manera de encontrar mesa o un hueco en la barra. Probamos suerte en otra pequeña sucursal que tienen en un calle paralela, pero en este no tenían la quesadilla “gringa”, ni los tacos de “tinga de pollo”, “alambre al pastor” y “cochinita pibil”, luego no merecía la pena estar en un sitio donde no servían las especialidades que más nos gustan.

Como no queríamos dar muchas vueltas y nuestro bolsillo no es muy amplio, decidimos comernos un kebab en la mejor cadena de kebabs que existe en España, “DönerKebapIstanbul”, cuyos productos no tienen nada que ver con otros que venden en algunos bares reconvertidos en kebabs de barrio donde no entra nadie. Este local de la C/ Arenal estaba lleno hasta los topes, bien atendido y muy limpio. Nos comimos un döner, un dürüm y una ración de falafel.

Y el domingo a mediodía, después de pasear por el Rastro, desembocamos en el restaurante senegalés “Baobab”. Llevaba bastante tiempo deseando probar algún plato de la gastronomía africana y la visita a Madrid nos brindaba esa oportunidad. Procuramos llegar pronto, puesto que las críticas vertidas por clientes en diversos foros de internet eso aconsejaban, para no tener problemas a la hora de encontrar mesa libre.
El local no era lo que se podría denominar “seductor”. Si el comensal espera encontrarse un local ambientado en “Memorias de África”, con detalles de piel de cebra o jirafa y bonitas pintura de fieros leones, máscaras tribales y demás atrezzo, se equivoca. El local es un bareto con 10 o 12 mesas de chiringuito y sillas metálicas, con manteles de papel, distribuidas en dos estancias separadas. Atiende una chica que puede ser de cualquier región española, pero desde luego, no es de Senegal. La carta es una mala fotocopia plastificada en la que aparecen una docena de platos, de los cuales solo están disponibles 5 o 6. De ellos, casi todos son una base de arroz con verduras y carne o pescado.


Como veis, el entorno y la carta no invitaba a una comida para recordar, así a simple vista. Pero el recuerdo de las buenas críticas nos decía que era el sitio correcto. Cuando nos llegó el turno, pedimos un "yassa" (arroz blanco con pollo en salsa de cebolla, limón y aceitunas) y un "thiebou dianne", arroz senegalés con verduras y pescado. A eso de las 14:00 h. empezó a entrar gente al local, algunos para pedir comida para llevar, otros para ir sentándose en el comedor interior. El goteo de gente empezaba a ser constante, por lo general gente más o menos joven, con ganas de probar algo diferente sin echar de menos la tortilla de patatas. 

Llegaron nuestros platos, percatándonos de ellos por el aroma que empezó a llegar antes de tenerlos encima de la mesa. Tres platos de tamaño bien grande (que se transformaron en dos cuando mezclamos el arroz blanco con el pollo en salsa de cebolla) pugnaban por ser el más apetecible, y la verdad es que la partida acabó en tablas, empate técnico: ambos estaban deliciosos. Es una comida sin ninguna pretensión, sin sabores encubiertos, sin aparentar lo que no es: pollo bien marcado en una plancha y hervido después junto con la cebolla, que lo deja tan tierno que se deshace con mirarlo, lo  mismo que el arroz senegalés con el pescado y las verduras. 


El arroz perfectamente cocido, suelto y en su punto, de tamaño muy pequeño. Uso de especias sin pasarse, lo justo para dar un sabor diferente a la comida. Disfrutamos mucho, comíamos y comíamos y esos platazos no se acababan nunca. A la hora de pagar, solo 14 €, a 7 € cada plato, ya que el agua no te la cobran por ser del grifo. Y mientras tanto, el local hasta los topes, la gente masticando a dos carrillos, brazos entrecruzándose en las mesas para probar de uno y otro plato y no dejarse nada sin catar. Max, un senegalés con pinta de ser el dueño, corría por el local para abarcar a todas las mesas, llevándose en cada viaje los platos que ya se habían quedado vacíos y volviendo con platos rebosantes de aromas y sabores de África. 
Me gustaría saber que caja se hizo ese día, porque tuvo que ser bastante abundante, sin contar el turno de cenas. Y me resulta muy curioso que un cutre bareto senegalés de Lavapiés esté lleno hasta las trancas por gente de todos los puntos de la ciudad de Madrid y que otros bares y restaurantes patrios estén vacíos, con los dueños rezando porque entre alguien y se pida una caña o un montado de lomo. 

Algo se tendrán que inventar....

PD: la primera foto es la terraza del Baobab en verano, con lo que pueden duplicar la clientela que tengan en invierno...estoy por montar uno de estos en Pamplona con alguno de los senegaleses del barrio...






3 comentarios:

  1. Hay un argentino Trenquelauquen en Menendez Pelayo que dan unas empanadas que te mueres....te lo recomiendo para otra vez, pero hay que reservar porque es canijo.

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  2. No es curioso ni raro que estos "baretos" cutres estén llenos, mientras otros, patrios o no, mejor preparados y cuidados, con ofertas estupendas en precio y calidad, con un servicio esmerado, estan vacíos. Quizá en parte se debe a que desde cualquier medio, incluidos blogs gastronónicos, se les hace una estupenda publicidad gratuita que los otros no reciben o les cuesta un dinero que nunca se rescata. Al final, estos "baretos" se ponen de moda con razón o sin ella, la moda, hoy en día la mejor carta de triunfo antes que la calidad y otros valores.

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    1. En el caso de este senegalés, no se exactamente que es lo que le ha llevado al éxito. Si yo puedo dar mi valoración, el éxito es la sencillez de su cocina y lo sabrosa que es. Me imagino que el boca a boca ha hecho mucho, porque yo soy el primero que le recomendaría a todo el mundo que fuera, por probar comida diferente a la que solemos comer a buen precio y encima, muy raro sería que no salieran contentos con la experiencia. Lo que yo hago es publicidad gratuíta? Bueno, podría ser, yo hablo desde mi experiencia y lo recomiendo porque creo que es una opción interesante dentro del amplio abanico de restaurantes de Madrid. Evidentemente, habrá sitios mucho mejor que este, y más limpios y con comida de mejor calidad, y que tardarán menos en servirte, pero oye, de todo hay que probar en esta vida!!

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